LA ISLA MÍNIMA

 

 

 

Ayer A me habló de ella, de La Isla Mínima, de ese lugar diferente.

 

No la conozco.

 

También me habló de otros tantos lugares por los que había pasado, todos ellos eran distintos. De hecho, todos entre sí y también en comparación con el entorno más cercano. Atípicos. Decía que era como trasladarte a otra época, a otro espacio.

Del resto de los nombres de los lugares de los que me habló, no recuerdo ni uno, tal vez algo sobre un Caserío, pero no se albergó nada en mi memoria. No sé si es algo que a vosotros también os pasa. De una conversación a veces te quedas con un montón de datos y otras veces, como ésta, solo con uno, La Isla Mínima.

 

Todo en ese nombre sonaba bien, especial, diferente.

 

¡Qué cosas tienes Zu!, ¿por qué va a ser especial una isla y además mínima?  

Una isla es un lugar, en muchos casos, incomunicado y si además es mínima, no tiene que haber nada de interés.

Las palabras van y vienen, se pasean por tu mente y se transforman en pensamientos que a su vez generan emociones y sensaciones, y La Isla Mínima tal y como aparecía en mi cabeza, me hizo sentir paz, mucha paz.


Era un lugar en el que cobijarme, aislado, en calma, un lugar armonioso y tranquilo. Y además era Mínima. Adoro esa palabra por todo lo que encierra en sí misma. Algo mínimo me parece más potente que algo minúsculo, chico o microscópico. Es mínimo, fin. Ese mínimo es el espacio perfecto en medida para abstraerme. 

 

Ténica mixta · Zuriñe Aguirre
 






























Todavía no conozco La Isla Mínima pero ya la he hecho mía. Será el lugar al que me trasladaré para hablar desde el anonimato, desde la ausencia de etiquetas, desde la transparencia, desde mi yo más auténtico, desde la calma y tal vez el enfado o la ira, desde donde a mí me nazca. El lugar donde se encuentra la felicidad. ¡Puuuuum! ¿qué es eso de la felicidad?

 

Porque la felicidad se encuentra donde tú estés bien, donde te sientas a gusto, con tus movidas y tus historias, con las mejores y las más mierdosas. Porque la felicidad no es la meta, es el puto camino que tenemos que hacer todos los días de nuestra vida. La felicidad está en resolver todos esos problemas que surgen cada día. Porque necesitamos resolver para ser felices, para sentirnos realizados y fuertes. No te cobijes en la negación o en el victimismo, de ellos solo nacen miserias. Resolver cada historia que se nos presenta es lo que nos acerca a esa sensación de plenitud que nos gusta llamar felicidad.

 

La felicidad no está en ese súper libro de autoayuda, ni en el decálogo de diez puntos para ser feliz que te ofrece Marie Claire, tampoco está en conseguir ese montón de cosas. Cosas inservibles que nos llevan a ser adictos a la felicidad momentánea, falsa y pasajera.

En cambio, sí está en esos momentos de triunfo por haber solucionado y resuelto tus movidas, sin huir, sin escapar, sin refugiarte en culpar a otros de tus historias, dejando latente y enterrado el problema, haciendo más grande la grieta y encarnando más aún el sufrimiento y la herida.

 

La felicidad está en convivir de la forma más agradable con lo que nos pasa, fruto de lo que hacemos y pensamos. Porque somos lo que pensamos, así que piensa bonito y piensa feliz.

 

Ya me he trasladado allí, a La Isla Mínima.

 

Otro día os contaré cómo es este lugar Mínimo y mío.

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